En uno de los rastreos habituales con los que someto a nuestra querida RED, intentando aportar a nuestro pequeño rincón una historia que leer, y que a la vez nos permite una cierta pedagogía autodidacta, lo que ahora tan de moda se llama " lectura comprensiva", espero que esta historia os resulte entretenida
Se trata de una historia de supervivencia...pero quizás se mueva en unos parámetros diferentes que en ocasiones se vive en la montaña. Esta historia es sobre otro medio, el mar.
He de reconocer que al leer esta historia me llevó automáticamente a un libro que leí hace mucho, pensaba que se titulaba Historias de un naúfrago de John Steinbeck pero al comprobarlo ahora en la red, veo que el título original es "Naúfrago". Ésta novela luego sería llevada al cine por el genial Alfred Hitchcock en el 44...
Como digo es una historia impactante, que en determinados momentos te lleva a pensar que no es verdad, pero...por supuesto que ocurrió y la rigurosidad de las fuentes lo atestiguan. Uno piensa que la supervivencia no será sólo cuestión de fortaleza física o mental tras comprobar el ingenio de Poon Lim. Poco que ver con la montaña, pero sí mucho que ver con la naturaleza. Os dejo con esta apasionante historia...
Poon Lim o la soledad del náufrago que sobrevivió 133 días a la deriva en una balsa
El gigante Asiático devorado por la magnitud en todas
sus estadísticas, no adolece de récords mundiales insólitos. Uno con pocas
posibilidades de ser batido pertenece con la justicia que dan las
desventuras al joven marinero Poon Lim; que en
noviembre de 1942 pasó en solitario, tras un naufragio, más de cuatro
meses a merced del mar y del destino en una balsa improvisada y tan
llena de carencias como vacía de víveres. Una increíble historia de
supervivencia que ha inspirado cientos de manuales de resistencia del
ejército norteamericano y británico.
recreación de la histórica balsa de
Poon Lim
Día 0. El
hundimiento.
Poon Lim nació en 1917 en la isla de Hainan, al sur de
China. Con 25 años y en plena Segunda Guerra Mundial decide trabajar
como marinero a destajo en los fastuosos buques mercantes británicos. En
noviembre de 1942 se enrola en la tripulación del SS
Ben Lomond, un vapor de 6.600 toneladas,
como segundo mayordomo en ruta desde Ciudad del
Cabo a la Guayana Holandesa. Debido a las condiciones meteorológicas el
barco se desvió de su itinerario llamando la atención del comandante
alemán Carl Emmermann, oficial en jefe del Submarino alemán
U(boot)-172.
A las 14,10 horas del 23 de
Noviembre de 1942, y como ‘acción preventiva’, el mercante Benl omond
capitaneado por John Maul fue torpedeado y hundido por el U-172 a unas
750 millas al este del río Amazonas, en Brasil. El poder destructor del
batiscafo alemán fue tal, que 44 marineros, 8 tripulantes y el mismísimo
capitán perecieron pasto del infierno provocado por la calculada
injerencia bélica.
Poom Lim se encontraba descansando en
uno de los camarotes de servicio en la cubierta superior, justo al lado
opuesto al masivo boquete producido por el torpedo. La caprichosa
gravedad y el destino que le hizo protagonista de esta historia fueron
los culpables de someter al marinero a las crueles leyes de la
casualidad; el tiempo justo de agarrar un salvavidas y lanzarse al mar
por el último reducto del barco por encima de la linea de flotación. La
banda sonora de la huida alternaba los chillidos y chirridos de la
estructura metálica y de sus compañeros.
Cuando las frías aguas alcanzaron las
hirvientes calderas del mercante el colapso térmico provocó una gran
explosión que terminó por hundir el buque. La única obsesión de Poon era
nadar centrífugamente para evitar la succión del barco en su deceso. En
su huida Poon vio por última vez a los únicos 5 compañeros que lograron
abordar uno de los botes salvavidas al otro lado del navío.
Los 5 marineros fueron interceptados por
el submarino y hechos prisioneros a la espera de su rescate por otro
navío de apoyo. Mientras Poon, exhausto y alejado de las turbulencias y
posibilidades de rescate permanecía aferrado a un salvavidas
semiinconsciente por el esfuerzo… al cabo de unas horas, y con la calma y
el contraluz crepuscular, Poon divisó a unos cientos de metros una de
las cochambrosas balsas de apoyo del Ben
Lomond. Un último esfuerzo que le salvó la vida y le quitó la
consciencia le llevó hasta la superficie de la que sería su casa en los
próximos 132 días.
Día 1. La
Intendencia.
Con las primeras luces y calores del
alba Poon recuperó la consciencia y despertó a la pesadilla de la
realidad. Su balsa, una destartalada embarcación de 3×3 metros a base de
listones de madera sobre bidones, contenía un pequeño kit diseñado para
la supervivencia de cuatro personas durante un par de jornadas. Bajo
una trampilla de la balsa encontró:
-Ocho
latas de pequeñas galletas británicas
-Un
barril de agua de 30 litros
-Dos
tabletas de chocolate
-Algunos
terrones de azúcar
-Unas
pocas bengalas, dos cuencos de aluminio y una linterna.
No había señales de velas ni remos, lo
que provocó la constante deriva de la nave. Poon calculó que las
provisiones eran suficientes para unos 20 días, con lo que su ánimo y
esperanza de rescate eran bastante optimistas.
Poon Lim pasaba días y noches
tratando de encontrar cualquier signo de vida. Un buque o
una aeronave que le rescatase, pero sus esfuerzos resultaron vanos e
inútiles. Una noche, un avión surcó el cielo destacándose
en el firmamento estrellado. Poon Lim disparó una de las
bengalas y un punto luminoso quebró la oscuridad del
mar, pero luego cayó y se desvaneció.
Ningún cambio de trayectoria en el avión. Una vez más,
solo en la oscuridad de la noche, Poon apoyó su cara en el tablero de
madera y se durmió.
Semana 4. Un regalo del viento
Un atardecer, después de sus
rutinarios ejercicios nadando entre tiburones alrededor de la balsa
para no perder la forma, Poon Lim se sentó a meditar en la barca
buscando un recuerdo salvador en el horizonte.
Su mirada, perdida, regresó a su pasado, su infancia, su
familia, sus cuadros, sus lienzos…
…su pensamiento se confundió con
la realidad al divisar un lienzo volar a unos veinte escasos metros del
barco. Se trataba de una tela de construcción
naval. Probablemente, debería ser del buque que se hundió.
Sin parpadear, Lim se lanzó al agua y nadó lo más rápido posible
para ‘cazar’ la arpillera.
Poon Lim utilizó la tela para
improvisar una pequeña tienda de campaña en la balsa y así
protegerse del sol que le estaba desgarrando la piel. Pero
la suerte fue aún mayor al descubrir atada en
uno de los extremos del lienzo, una larga cuerda de cáñamo que utilizó
para encadenarse a la balsa los días de tormenta y evitar su pérdida en
las innumerables caídas.
Semana 6. El
ingenio del hambre
Con el fin de las provisiones se acentuó
la perspicacia. A partir de la séptima semana Poon comenzó a
desarrollar el instinto más arcaico del hombre; aquél que le lleva a
perpetuarse por encima de cualquier costumbrismo y doctrina.
Desmontó la linterna, inservible y ya
gastada, para forjar un anzuelo con una de sus piezas metálicas. Durante
dos días estuvo conformándolo con los dientes y su zapato-martillo
hasta dar con la forma adecuada. La cuerda de cáñamo hizo de sedal y la
última galleta la reservó como cebo para la primera captura: Una pequeña
sardina que sirvió de cebo, a su vez, a mayores capturas. Con las tapas
de los botes de galletas improvisó afilados cuchillos con los que
destripar el pescado y despegar algunos de los pequeños moluscos y lapas
que se adherían a la balsa y funcionaban mejor como cebo.
Las capturas no eran constantes y
dependían de las corrientes y los bancos de peces. Una tarde la balsa se
adentró en un inmenso banco de pescado que provocó que Poon llenase
literalmente la barca de capturas que sirvieron para los días de más
carencias.
Puso a secar el pescado una vez limpio,
separando tripas, vísceras y sangre que almacenaba en las esquinas de la
balsa. Tal fue el cúmulo de capturas y vísceras que empezó a tener un
problema de olor y putrefacción impidiendo, incluso, su correcta
oxigenación. Cometió entonces uno de los pocos errores de su travesía
cuando, al deshacerse de las vísceras y sangre, provocó la llegada de
una legión de tiburones que estuvieron rondando durante varios días,
espantando cualquier atisbo de pesca y provocando la mayor crisis de
hambruna de la peripecia.
Semana 8. David vs Goliat
Los tiburones no se marchaban y Poon no
tenia modo alguno de seguir pescando. El hambre le condujo a la única
opción que le restaba: tenía que cazar un tiburón.
Para ello volvió a fabricar un nuevo
anzuelo, más grande y resistente, con uno de los clavos que unían los
listones de madera a su estructura. Con su zapato-martillo y la garrafa
moldeó la vasta aguja que anudó, de nuevo, a su cáñamo ( el cual trenzó
para aumentar su grosor y resistencia ). La última cabeza de pescado le
sirvió como cebo muerto para engañar a su ‘Goliat’.
tiburón Blanco. Foto national
geographic
Nada más depositar el cebo, el tiburón
elegido (de más de un metro) mordió y agitó la carnada, Poon sabía que
su única opción era subir de un tirón seco al escualo para rematarlo a
puñetazos en su ‘medio’. A los 10 minutos tenia las tripas del tiburón
enlatadas, las aletas a secar y como refresco había preparado la sangre
del hígado.
Semana 12. La
locura de la sed
Tras el consumo de la garrafa inicial
del agua. Poon automatizó la colecta del agua procedente de las lluvias y
tormentas utilizando el doble forro de su chaqueta con un peso y
practicando un agujero para reconducir al interior de la garrafa. Hasta
la 10 semana el ritmo de lluvias debido a la estación había sido
suficiente pero después de una gran tormenta que acabó con todas las
provisiones sólidas y líquidas y con media balsa se inició una sequía
que desencadenó la deshidratación de Poon.
Derrotado por la tormenta, observó como
los albatros y gaviotas merodeaban la zona alertados por la podredumbre
en cubierta. Poon recopiló todo tipo de algas y plantas marinas del
fondo de la balsa y las amontonó a modo de nido de pájaro para atraer a
las gaviotas mientras esperaba agazapado y tapado con los restos del
lienzo.
Cuando un albatros realizó su picada al
nido con restos de pescado, Poon se abalanzó sobre el animal y a
dentellazos le sesgó cuello y vida para chupar su sangre y zampar sus
carnes. Unos días más tarde la lluvia regresó y Poon recuperó su cuota
de agua dulce.
Semana 14. Un
Barco a 50 metros
Durante una mañana de su 15ª semana en
el Atlántico, Poon fue despertado por un fuerte silbato marino. Creyó
haber concluido su pesadilla tras divisar un inmenso carguero americano
aproximarse hasta apenas 50 metros de su balsa. Según comentó
posteriormente Poon, alguien se percató de su condición de chino justo
antes de maniobrar y perderse de nuevo en el horizonte.
Unos días antes Poon habia sufrido la
visita de un escuadrón aéreo norteamericano, que le divisó e incluso
lanzó una boya-marcador desde el aire. Una tormenta paralizó el posible
rescaté y dispersó la patrulla aérea.
Día 130. El principio del fin
Poon Lim contaba los días con
muescas en uno de los lados de la balsa, y las noches con cruces.
Posteriormente utilizó pequeños trozos de cuerda para computar el
calendario lunar. Sobre el día 130, notó que el agua era de color
más verde pálido que de costumbre.
Multitud de pájaros volaban entorno a su embarcación y gran cantidad de
algas flotaban en superficie. Todos estos son signos
alentaron su esperanza de una costa cercana.
Poon Lim a la llegada a Belém tres días después de abandonar la
balsa
Día 133. El rescate
En la mañana del día 133, el 5 de
Abril de 1943, vio una pequeña vela en el horizonte. No
tenía bengalas, por lo que saludó agitando su camiseta en un esfuerzo
por atraer la atención de la tripulación.
La embarcación cambió de dirección y se dirigió a él.
Los tres hombres del pequeño barco
pesquero, que hablaban portugués, lo llevaron a bordo.
Le dieron el agua y un gran plato de fríjoles secos y continuaron sus
labores de pesca, pues no podían regresar a tierra sin captura. Tres
jornadas más tarde pusieron rumbo al oeste de Belem, en la desembocadura del río Amazonas de
Brasil. Poon había recorrido 1200 kilómetros.
Los Honores
Poon Lim fue capaz de caminar sin
problema recién rescatado. Su pérdida de peso
durante la deriva fue de 10 kilogramos y pasó varias semanas
recuperándose en un hospital de Brasil antes de viajar a Nueva York.
Recibió numerosos honores. El
rey Jorge
VI le otorgó personalmente la Medalla del Imperio
Británico, el premio civil más alto.
La Marina Británica editó folletos impresos y los colocó en todas las
balsas salvavidas de sus naves describiendo las técnicas de
supervivencia experimentadas por Poon Lim.
Mientras, la “Ben Line Shipping Company”, compañía
armadora del barco hundido, le obsequió con un reloj de oro.
Poon Lim el día de su Condecoración
Después de la guerra decidió
emigrar a Los EE.UU pero la cuota de
ciudadanos chinos estaba completa. Sólo la mediación del senador Warren
Magnuson mediante un proyecto de ley, que fue aprobado por el Senado de
los EE.UU. y la Cámara de Representantes, sirvió para emitir un visado
de inmigración a Poon Lim y permitirle su residencia permanente en los
EE.UU. Se Instaló en Nueva York con hijos y nietos y murió,
septuagenario, en Brooklyn el 4 de Enero de 1991.
Lim entró en el Libro Guinness de los Récords como el hombre que más
tiempo ha pasado flotando en alta mar.
En los 80 la escritora Ruthanne Lum McCunn noveló
al pie de la letra las aventuras de Poon Lim en el exitoso libro “Sole Survivor”. fuente: kurioso.wordpress.com
Mamma mia!!!! menudo survivor
ResponderEliminar